La semana pasada el presidente de Estados Unidos anunciaba un nuevo aumento de las tasas arancelarias hacia los productos procedentes de China, este incremento se habría dado en respuesta a un anterior ajuste arancelario que habría efectuado el gobierno chino. Como consecuencia, la tensión de una posible guerra comercial se reavivó; mostrándose más evidente en los países vecinos de China, quienes temen por una desaceleración del crecimiento económico que han venido mostrando en estos últimos años.
La sosobra generada por una eventual guerra comercial entre nada menos que las dos economías más importantes del mundo en la región asiática se justifica a través de las expectativas acerca del desempeño de las exportaciones de dicha región, las mismas que son la base del crecimiento económico de estos países; debido a que es imposible pensar que en estos tiempos de globalización, las demás economías no resulten afectadas por las acciones de otra.
El efecto de una futura guerra comercial en estos países para sus respectivos desempeños económicos se vería reflejado en el mediano plazo a través de un reducción en el volumen de sus exportaciones, dicho efecto dependería principalmente de la cuantía en que afecten los aranceles a los costos de importación del bien y a que producto estaría dirigido la tasa arancelaria, haciendo que se genere una sustitución de los productos de la región asiática por otros procedentes de otros mercados.
Entre las acciones a tomar para mitigar dicho efecto, estaría la busqueda de nuevos socios comerciales, obteniendo así nuevos mercados alternativos. Otra de las acciones a efectuar, es el fortalecimiento y creación de bloques comerciales como la Asociación de Naciones del Sureste Asiático y la Asociación Económica Integral Regional (RCEP), que constiuye un proyecto de acuerdo de libre comercio entre los diez países miembros de la Asean y sus socios comerciales de la región.
SAÚL PÉREZ GUILLEN
Asistente de Estudios Económicos
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