Mirelia Kathlin Loayza Tapia
Columnista invitada
EMECEP CONSULTORIA
Según las cifras del Instituto
Nacional de Estadística e Informática (INEI) al 2016, solo el 61% de las
mujeres en edad de trabajar se encuentran laborando, frente al 79% de los
hombres. Esto demuestra que la representación de las mujeres aún es baja en el
mercado laboral, a pesar de que su participación se ha ido incrementando en los últimos
años.
Este problema está acompañado por
otros como la masiva presencia femenina en el sector informal, una limitada o
nula protección provisional y la diferencia de la remuneración salarial entre
hombres y mujeres, a pesar de que ambos realicen un trabajo de similar cualificación.
Estas diferencias observadas entre los hombres y las mujeres en el empleo son
un factor determinante de la brecha salarial existente, que se ha mantenido prácticamente
inalterada a lo largo del tiempo. Entre las razones que explican la brecha
destacan aquellas que tienen que ver con la precariedad del empleo que afecta,
sobre todo, a las mujeres. Y, por otro lado, por la existencia de segregación
ocupacional.
Igualdad de género no quiere
decir que mujeres y hombres sean iguales; significa reconocer que tenemos los
mismos derechos, que debemos tener acceso a las mismas oportunidades y no ser
discriminadas. Por lo que para evitar estas diferencias salariales, es
necesario contar con un sistema de valoración de puestos con factores de
evaluación asociados a los mismos y esto permitirá ir disminuyendo las inequidades
salariales entre hombres y mujeres a nivel interno de las organizaciones, así
como comparar sus salarios con los del mercado para medir la competitividad
salarial.
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