Katherine Aguirre
Columnista Invitada
EMECEP CONSULTORIA
Laborar en condiciones adecuadas es un reto de día a día. La sociedad desde siempre ha establecido "prototipos de personas", definiendo los quehaceres de cada uno, situación que podemos observar desde el mercado laboral. La desigualdad no sólo influye en lo social, también en lo económico (ingreso, sueldo, entre otros), afectando al crecimiento económico (aumento de renta o valor de bienes y servicios) tanto a nivel nacional como global.
La Población Económicamente Activa (PEA) en Ecuador es de 68.1%, donde el 65.1% está trabajando. La representación masculina en el mercado laboral es mayor por 2.3% que las mujeres, inclusive sus ingresos son aún mayores comparada con la población femenina, en cambio, la tasa de desempleo es representada por las mujeres en un 2.3% mayor que los hombres, según INEC Marzo 2018.
Perú, presenta una situación similar a la de Ecuador, las mujeres no ocupan las mismas cantidades de plazas de trabajo comparada con los hombres, son aún menores, lo mismo ocurre con los ingresos de cada una de ellas. Aunque el año pasado el ministerio de trabajo firmó ante la OEA un programa para erradicar ésta desigualdad.
La desigualdad es un problema generado por la sociedad, la misma que durante años se ha trabajado y se ha reducido con el tiempo pero no lo suficiente, las poblaciones más aludidas por éste fenómeno son las mujeres y los jóvenes, las mujeres por su parte son discriminadas por la capacidad intelectual, física, entre otras; en cambio los jóvenes por "experiencia", educación, etc.
Éste problema trae repercusiones en el crecimiento económico en la economía, relacionado con la movilidad social, en tal caso con la pobreza del país, y demás situaciones. Aunque para distintas empresas es favorable para reducir costos y mantener la eficiencia laboral, sin embargo, la erradicación de la desigualdad laboral es esencial para los países en desarrollo como Ecuador y Perú.
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