La recesión y la recuperación de la pandemia de COVID-19 provocó el alejamiento general del consumo de servicios hacia el consumo de bienes duraderos, exponiendo vulnerabilidades en la actual estructura productiva de estos bienes.
Durante las últimas décadas, la producción de bienes duraderos se ha vuelto más fragmentada, dependiendo en gran medida de la cadena de valor global (GVC). Por ejemplo, las empresas ahora pueden subcontratar partes de sus procesos de producción a otros países, en lugar de realizarlo todo de manera interna. De esta manera, la empresa que contrata el servicio puede fijar todos sus esfuerzos en un objetivo establecido, para incrementar la rentabilidad del negocio en sí.