Jefe de Estudios Económicos
Lima 27 de agosto de 2017
Recientemente el Ministerio de Economía y Finanzas del Perú ha indicado que la inversión minería crecería 5% en el año 2018, dado que se han recuperado los principales indicadores de rentabilidad financiera de las empresas mineras. Así mismo, diversos informes (1,2,3) revelan cierto optimismo en el sector minero, a pesar que otras organizaciones mantienen el pesimismo y críticas a dicha actividad económica.
Su evolución reciente, sugiere que se estaría creando un punto de quiebre, aunque los datos aún no son concluyentes para afirmar que ya estaría cambiando la tendencia, según el siguiente gráfico.
Ahora bien, lo bueno de la Minería es que ayuda a mejorar una gran cantidad los indicadores "reales" de la economía peruana, a saber: el PBI, las Exportaciones, la Recaudación Tributaria y Paratributaria (Regalías, Canon, Sobreganancia), la Inversión, el Empleo, la Construcción, el Transporte, los Servicios (conexos), Bolsa de Valores, Desarrollo Rural, entre otros.
Su evolución reciente, sugiere que se estaría creando un punto de quiebre, aunque los datos aún no son concluyentes para afirmar que ya estaría cambiando la tendencia, según el siguiente gráfico.
Ahora bien, lo bueno de la Minería es que ayuda a mejorar una gran cantidad los indicadores "reales" de la economía peruana, a saber: el PBI, las Exportaciones, la Recaudación Tributaria y Paratributaria (Regalías, Canon, Sobreganancia), la Inversión, el Empleo, la Construcción, el Transporte, los Servicios (conexos), Bolsa de Valores, Desarrollo Rural, entre otros.
Dado el histórico arraigo y dependencia de la minería en la economía peruana, es inevitable que su crecimiento (o su caída) tenga un impacto significativo. Y esto, mal que bien, es deseable para los policy makers porque puede, al menos estadísticamente, generar una apariencia de que están haciendo bien las cosas. O, en su defecto, echarle la culpa al contexto internacional del precio de los minerales para pretender una ligera exoneración de responsabilidad.
No obstante, lo malo también existe y se observa en conflictos sociales, daños ambientales, reestructuraciones empresariales interminables, desarrollo rural focalizado y de poco impacto, supervisión pública ineficiente, impacto coyuntural en los indicadores económicos, conflictos laborales, daños a la salud de los trabajadores, minería informal, deslocalización de rentas y utilidades, sub-reinversión, concesiones irregulares, incentivos fiscales difíciles de retirar, problemas de redistribución de la riqueza, entre otros.
¿Qué hacer entonces? Desde mucho antes del siglo XX, la Minería ha sido parte esencial de la economía peruana. Nada sugiere que ello vaya a cambiar, sobre todo por los diversos estudios técnico parecen afirmar que hay más yacimiento mineros. Empero, parece casi imposible que se genere una política pública sectorial que permita convertir ese motor económico en desarrollo y riqueza generalizada, tal como ocurrió en Reino Unido y Alemania del siglo XIX.
Tal vez es necesario encontrarle un uso productivo en el Perú, más allá de los alambres de cobre, que al final se terminan exportando, sino todo un proceso productivo, de fabricación de algún bien compuesto esencialmente de alguno de nuestros metales, que sea útil por razones "naturales" en nuestra economía, ya sea el sector privado o público, algo así como lo ocurrido en los países mencionados.
Para ello, uno de los primeros pasos es crear un micro-sistema económico no subsidiado que permita absorber estos productos a precios por encima de los importadores chinos, estadounidenses o europeos. No es una tarea fácil. Sobre todo, la dificultad está en que, si bien el Estado puede y debe dirigir este proyecto, no puede intervenir de modo distorsionador de los precios o cantidades, ya sea por incompetencia, ingenuidad o por interés político (personal o para terceros).
Dado que este escenario es más utópico que realista, lo único que queda es "perfeccionar" los mecanismos actuales de redistribución de la riqueza para que los montos recaudados por el sector público sean utilizados de la manera más eficiente y productiva posible, evitando claramente más piletas o plazas bonitas donde no hay ni postas médicas ni colegios ni institutos superiores con un mínimo nivel de calidad.
Para ello, uno de los primeros pasos es crear un micro-sistema económico no subsidiado que permita absorber estos productos a precios por encima de los importadores chinos, estadounidenses o europeos. No es una tarea fácil. Sobre todo, la dificultad está en que, si bien el Estado puede y debe dirigir este proyecto, no puede intervenir de modo distorsionador de los precios o cantidades, ya sea por incompetencia, ingenuidad o por interés político (personal o para terceros).
Dado que este escenario es más utópico que realista, lo único que queda es "perfeccionar" los mecanismos actuales de redistribución de la riqueza para que los montos recaudados por el sector público sean utilizados de la manera más eficiente y productiva posible, evitando claramente más piletas o plazas bonitas donde no hay ni postas médicas ni colegios ni institutos superiores con un mínimo nivel de calidad.
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